Los días pasaban sin noticias y en vano, entre trabajos forzados, e impaciencia, las noches se hacían cada vez más largas y los días más insoportables. Nadie daba noticias, y el rey no había vuelto a aparecer por allí, sabía que su primo no podía arriesgarse a la ira de otro soberano, pero al menos podía darle noticias sobre su esposa, eso es lo que se merecía al menos. - Han venido a verte- tocó el guardia uno de los barrotes de la celda. - ¿Es una mujer?- preguntó impaciente. - Su majestad está aquí, ninguna mujer lo acompaña. Fue sacado de la celda, y conducido por estrechos corredores, paró frente a la puerta de salida, para que pudieran atarle las manos, y espero a que otros guardias se unieran a su escolta, le llevaban fuera de prisión. En la calle, la luz cegó momentáneamente su visión, como solía ocurrir cada mañana después de tanta oscuridad. Un coche lujoso lo esperaba frent